Defiende tu sombrero

Defiende tu sombrero por ridículo que parezca. Con esta frase grabada a fuego me quedé tras disfrutar del espectáculo de Asier Etxeandia, El Intérprete, el año pasado. Estos días vuelve a Canarias para representar, en algunos de sus teatros, el proceso intelectual, vital y musical que padece y experimenta un niño diferente para convertirse en alguien único, irrepetible y que consigue mostrarse tal cual es, sin complejos ni limitaciones.

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El sombrero de Asier Exteandia

Ayer moría Pedro Zerolo y los mensajes que recogían las redes sociales, los medios de comunicación, los articulistas, y sus amigos, coincidían en el valor de su lucha por el colectivo LGTB,  de su lucha por la igualdad. Hoy reconocido, Zerolo tuvo que sufrir muchas incomprensiones y dificultades para finalmente conseguir ser quién realmente era y defender el modelo de sociedad en el que quería vivir.

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Pedro Zerolo. MARÇAL SARRATS

Hoy, y con la perspectiva de los años,  no puedo sino mirar al niño de El Intérprete y a Pedro Zerolo, como a todos los que se pueden ver reflejados, y admirarlos por ponerse la vida «por sombrero» y adentrarse en la lucha de ser ellos mismos; no solo por defender lo que creen sino también aquello que son, que sienten, que quieren, que aman… Nadie tendría que luchar por aquello que es porque ¿dónde está escrita la verdad?, ¿dónde está escrita la razón de la felicidad?

Nunca quise rechazar a los que la sociedad catalogaba como diferentes por cualquier razón,  posiblemente porque en cierto sentido yo no era «del lugar común» en el entorno en el que crecí, pero sí reconozco que, influenciada por ese entorno, mostraba cierta sorpresa y reticencia ante los más excéntricos por sus ropas, por sus costumbres, por su forma de vida…

Hoy pienso en ellos y les reconozco su valor, su fortaleza, sus ganas de ser, independientemente de los cuchicheos tras las puertas y ventanas. ¡Qué fácil es ser uno mismo en el anonimato de una gran ciudad!, pero ¡qué valor tiene ser tú en una calle Mayor de un pueblo cualquiera!

Defender tu sombrero por rídiculo que parezca. Es el tuyo y el que mejor te va a quedar. Y esto me lleva a la imagen de las refugiadas sirias sacándose el peso físico y emocional que supone un burka que reprime su verdadera identidad.

¿Cuánto tenemos que soltar, y cuán dispuestos estamos, para ser quienes somos?

By @JackShahine&@servankobane

By @JackShahine & @servankobane

Aprender a desaprender

Leí en Facebook hace unos días una reflexión atribuida a Alvin Toffler que reproduzco a continuación:

“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender”.

Tomo la cita, que imagino que se refería a las capacidades y habilidades para realizarse profesionalmente en el mercado laboral, y la interpreto desde el punto de vista emocional.

Con los amigos de mi quinta, la que supera ya la cuarentena, hablamos a menudo y ya desde hace años, sobre nuestra generación, generación bisagra, entre un mundo rígido y encorsetado y otros más espontáneo y flexible.

Coincidimos en que nos educaron para una sociedad que ya no existe, ni siquiera en los pueblos pequeños, en la que había unas cuantas verdades absolutas que marcaban la vida desde los primeros años: el amor y el trabajo para toda la vida (y único), la diferencia de sexos, la salud hasta la vejez, la idea de pecado, de maldad, de lo socialmente correcto. Un extenso catálogo con el que hoy poco podemos hacer.

Ya no vale repetir los patrones heredados porque con ellos nos damos de bruces contra la pared al intentar seguir en nuestras relaciones personales y sociales los caminos andados por otros.

Habiendo vivido esa experiencia de desaprender lo aprendido, creo que nuestros hijos se merecen una educación en la flexibilidad sin patrones preconcebidos de lo que puede llegar a ser el futuro. Una educación que refleje el mundo real y que proyecte habilidades, capacidades y conocimientos para saber afrontar lo que pueda venir, que es imprevisible e impredecible.

Y no creo que el modelo educativo que tenemos en España contribuya a esos perfiles, cuando no hay un acuerdo general sobre cómo queremos formar a nuestros niños, cuando se politizan los contenidos de las asignaturas, se establecen prejuicios y, lo que es peor, no se dan herramientas para analizar, contrastar y buscar alternativas.

Aprender a desaprender y volver aprender. El futuro es demasiado incierto para modos excesivamente rígidos y cuentos de hadas.

De raza

Con el tiempo se van marchando personajes imprescindibles para entender la Historia de España de los últimos años. Es el caso, estos días, de Iñaki Azkuna, despedido  en su tierra; y de Adolfo Suárez, cuya lucha por la vida se mantiene en un Hospital de Madrid.

En la prensa de hoy han coincidido los perfiles políticos y personales de ambos, cuyos rasgos configuran la esencia de lo que pienso debe ser un político, o un candidato a serlo. Interesante reflexionar sobre la vida de uno y otro, desarrolladas en ámbitos muy distintos: municipal y estatal;  y sacar en síntesis un decálogo, muy personal, de los aspectos que deberían figurar en el currículo, en la mochila, de cualquier candidato.

Dicen de Iñaki Azkuna que era un hombres, serio, luchador y fiel a sus convicciones; que ejercía la política con coherencia, con cercanía y fiel a su vocación de servicio público.

De Adolfo Suárez destaca su talante conciliador, su simpatía y don de gentes;  ese carisma  y capacidad de seducción que conectó tan bien con aquella televisión todavía de blanco y negro.  La empatía y su capacidad de sacrificio completan un perfil político que forma parte indisoluble de la Historia de España.

De ellos, de su manera de hacer política, se puede establecer un decálogo, mi To do list, de las cualidades que como líderes deben tener los candidatos y representantes políticos  en esta nueva transición política y social en la que se ha convertido la crisis.

De raza

1. En primer lugar vocación. Aunque parezca obvia no lo es tanto porque ello no solo implica gusto por lo público, también supone servir, sacrificarse, formarse y comprometerse.

2.  Humildad. No tener miedo a decir «no lo sé» o «no es posible».

3. Creer firmemente en lo que se defiende. Mejor sería defender intensamente lo que se cree… pero gobernar requiere en muchas ocasiones de pactos y acuerdos.

4. Ser conciliador y tener capacidad de negociación.

5. Imprescindible tener criterio y mantenerlo. La coherencia es el timón de cualquier actividad política. Como decía Napoleón «un pueblo se deja guiar cuando se le muestra un porvenir», cuando sabe a dónde va.

6. Abordar las soluciones de los problemas a largo plazo, con perspectiva histórica y de futuro.

7. No tener miedo a los cambios si estos dan respuesta a la demanda mayoritaria de la sociedad.

8. Imprescindible la empatía con la sociedad que representa, por la que trabaja. Cercanía, comunicación directa en los casos que sea posible y tomar decisiones en base a la verdadera realidad.

9. Una equilibrada relación entre el ser y parecer. Aspectos que he desarrollado en otra entrada de este blog pero que se podrían resumir en la necesaria capacidad de un político de comunicar, de trasladar lo que es, lo que hace y saber enviar los mensajes adecuados a través de  los soportes idóneos.

10. Ser, en definitiva, un  candidato de raza para que, como en cualquiera de ellas, «sus caracteres diferenciales se perpetúen por herencia» y por imitación.

Diplomacia y empatía

Cogiendo la propuesta de @breviaroclub analizo esta semana dos películas, In the Loop y La pesca del Salmón el Yemen con un hilo conductor más que sugerente, la diplomacia internacional.

Yo definiría diplomacia como  las relaciones entre países mediante representantes cualificados que toman decisiones en nombre de sus pueblos soberanos pero sin tener en cuenta, en la mayoría de las ocasiones, los verdaderos deseos de ese pueblo al que dicen representar.

Las decisiones de política internacional se toman principalmente por interés económico de un país sobre otro, por simpatías personales, por devolver un favor anterior, para bloquear a un tercero… Pero si algo tiene la diplomacia es que se rige por la voluntad: si la hay, la carta de acciones y opciones es inmensa.

La voluntad es la esencia de la acción diplomática, existiendo voluntad, y mucho dinero, todo es posible: pescar salmón en Yemen, originar una guerra, decidir el Nobel de La Paz, dividir a un país, volverlo a unir…

Otra cosa es la efectividad real de la diplomacia. Dice George Lakoff en su libro No pienses en un elefante, que la diplomacia a veces intenta solucionar con remedios superficiales lo que tiene solución si se abordará desde el origen: la solución superficial nunca será efectiva.

En ello pensaba al leer el libro de Julia Navarro, Dispara, yo ya estoy muerto, que aborda desde una dimensión personal y familiar la lucha entre árabes y judíos por Palestina, por la tierra prometida, por la tierra de sus ancestros… En muchas de sus páginas se hace referencia a cómo las decisiones se toman en función de intereses por encima del bienestar de los hombres y mujeres que vivían en aquella tierra…. Esta falta de vínculo con la verdadera realidad hace imposible poner remedio a la violencia desencadenada si no se retoma el gran conflicto desde sus inicios, desde su base: desde la legítima aspiración de un pueblo perseguido y de un pueblo sometido de tener una tierra propia para vivir en paz.

Siempre he pensado que el que presume de ilustrado, y occidente así lo hace, debería ponerse en el lugar de aquellos a los que quiere  ayudar, o marcar el futuro, y empezar a actuar pensando en como  los años de manipulación, extorsión y expolio han configurado un ser humano dispuesto a matar por un trozo de tierra, por un trozo de pan…

Ser empático (también en política internacional), ponerte en el lugar del otro, es la única manera que indica cómo actuar para enfrentarte, colaborar o compartir con él. A veces, casi nunca, la diplomacia es empática, tampoco la del Jeque que quería pescar salmón en Yemen, porque ni siquiera consideró lo que pensaban las personas que allí vivían, y por las que supuestamente hacía ese esfuerzo.

La empatía da sentido a los valores de cada parte, y debería servir también para dotar a la diplomacia de herramientas útiles que facilitasen las relaciones entre los pueblos, generar comercio y contribuir a una mayor seguridad para el planeta.

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Para Lakoff la política exterior sana es aquella que responde a normas morales, pero tanto las políticas que toman como guía la moralidad como las que llevan aparejadas «otros intereses» las desarrollan personas; con nombres y apellidos.

Y ese es un tamiz fundamental para la efectividad de cualquier acción. No todo está predefinido en la esfera de relaciones mundiales, hay quién encuentra espacio para que su yo, visionario o cortoplacista, estadista o localista, se deje ver y contribuya al éxito o al fracaso.

Como ciudadana me gustaría que la diplomacia, aquella que me representa, fuera fuente de humanidad, respeto por el ser humano y su historia, que quién la tuviera que llevar a cabo estuviera comprometido con lo que hace; pero conociendo los cientos de intereses que mueven la actividad política exterior, sólo aspiro a que haya un cierto compromiso con el planeta en el que vivimos todos y con la Historia de cada pueblo.

El candidato electoral y la honorable sociedad

Suenan tambores electorales…

A menos de seis meses para las elecciones europeas, y a año y medio para las autonómicas y locales, los partidos comienzan a despejar incógnitas sobre sus estrategias electorales y los posibles candidatos.

Imbuido de este espíritu, @breviarioclub ha organizado una interesante sesión esta tarde en Madrid, a la que no podré asistir, pero a la que contribuyo con algunas aportaciones tomando como referencia dos obras.

Una literaria: La honorable sociedad (Manotti y Doa); y una segunda, cinematográfica: Game Change (Jay Roach).

La honorable sociedad aborda una trama policiaca, en el marco de unas elecciones generales en Francia, en la que todos los personajes están directa o indirectamente implicados. Game Change desgrana lo que supuso para Sarah Palin y los respublicanos su inclusión en las Presidenciales americanas con los resultados conocidos por todos.

Tanto el libro como la película son muy recomendables y me sugieren algunas ideas que me gustaría compartir.

Las razones por las que una persona se dedica a la política son muy diversas: pueden existir intereses sociales, económicos, empresariales y/o personales. Estos intereses marcarán la ruta del candidato e independientemente de cuales sean, estas razones y objetivos deben existir para dar consistencia al candidato. No hay nada peor que los zarandeos y la ambivalencia;  la falta de criterio y coherencia se castiga duramente en las urnas.

En  este sentido, un buen candidato tiene que creer su personaje electoral. Firme sin fisuras. Tiene que ser pero también parecer, tal y como explicaba en un post anterior. Se debe dar un estrecha relación entre ambas perspectivas principalmente porque contribuyen a su credibilidad y le hacen sentir seguro. Por ello no se debe fabricar «artificialmente» un candidato. En Game Change se dibuja a Sarah Palin por un lado, desconocedora de sus capacidades reales para poder abordar una campaña electoral de tal calibre; y por otro, sometida a un aparato electoral empeñado en que se ajustara perfectamente al partido, al mensaje y al candidato a presidente. Obtuvo mejores resultados cuando dentro de unos límites, fue ella misma.

En este sentido diría que un jefe de Campaña, un jefe de Comunicación, no puede imponerle todo a la persona para la que trabaja, no puede ignorar cuáles son sus principales bondades y debilidades y lo que debe es maximizar unas y minimizar otras.

A mi juicio, el error inicial de los responsables de la campaña republicana, reflejado en la película, fue querer imitar la parte dinámica, innovadora y de mensaje del candidato Obama e intentar trasladarla  al todo de Palin. En un principio se creyeron capaces, ella se creyó capaz; antepuso su propia identidad a un sueño, a una idea sin realmente asumir las consecuencias: a medida que avanzaba la campaña la verdadera Palin surgió y provocó la crisis.

Honorables

La honorabilidad del ser humano en cualquier ámbito de actuación tiene un precio y, la capacidad de lucha por lo que uno cree éticamente justo es finita. Hay pocos que  íntegramente luchan contra lo mismo siempre y nos vamos adaptando al sistema según nos lo permita y siempre que lo esencial de nuestra vida no se vea afectado: tanto miembros de ONG’s, políticos, empresarios, periodistas… Las presiones sobre las familias, la humillación profesional, las muertes consecuencia de la lucha por la verdad suelen ir retirando de la vida pública, de la vida activa, a los más prudentes, a los más valientes  (que lo son por valía no por osadía). Esto se refleja muy bien en la obra de Manotti y Doa, en la que la lucha por los ideales tiene un límite, no tanto la lucha por los intereses.

En la Francia de La honorable sociedad, también en la campaña americana, todos tenían algo por lo que luchar y algo que esconder; y esto último siempre es un obstáculo para la construcción de un candidato perfecto.

Pero si partimos de la base de que existe un profundo rechazo social a la actividad política y que los candidatos perfectos no existen, podremos diseñar acciones de comunicación e imagen más ajustadas a la realidad y a la persona, en las que la distancia entre el discurso y la acción no sea un abismo. De esta manera contribuiríamos, quizá, a aportar más honorabilidad a la sociedad.