Mujeres

¡Qué extraño y mágico es cuando tengo un libro en mis manos y siento que ha sido él quién me ha elegido y no al contrario!

Así ha pasado con Mujeres que compran flores, que estoy leyendo estos días. Una mujer, con la que he trabajado muy estrechamente en los últimos meses, me lo regaló en un momento de tropiezos y cambios.

floresQue me lo regalara una mujer es parte de la magia: la obra de Vanessa Montfort es una historia de mujeres, es una historia de mujeres y hombres, y de amigas, madres, vecinas… De quiénes somos cuando llegamos a cierta edad, de cómo nos relacionamos con el amor, con el trabajo, de cómo superamos los duelos, de cómo sacamos fuerzas de donde no las hay, de cómo buscamos segundas oportunidades…; en definitiva, de cómo damos un giro de 180 grados para seguir adelante.

Hay párrafos enteros que podrían llevar mi nombre, más aún, que podría haberlos escrito yo; y seguro que cualquier mujer de más de 40 años se puede ver perfectamente identificada con alguna de las protagonistas. Con las mujeres, los hombres: ellos también tienen su papel y a más de uno de mis amigos y a algún ex, me he encontrado entre sus líneas.

Leer «nuestra vida misma» en esta novela me lleva a valorar cómo ha cambiado el papel de la mujer en los últimos 40 años, al menos aquí en España, y cuánto lastre nos queda todavía por soltar en un sistema patriarcal que todavía permanece muy arraigado, tanto en las relaciones profesionales como personales.

Es cierto que se han dado pasos de gigante en la presencia de la mujer en la sociedad activa, en la actividad pública y nos dejamos la piel para no ser consideradas inferiores, para no ser retribuidas de manera injusta, para que el cuidado de la familia sea una tarea de dos…

Pero me pregunto si  en esa lucha, que debe continuar en beneficio de la propia sociedad de la que formamos parte, nos hemos olvidado de nosotras mismas,  de querernos y respetarnos, de reconocer lo que nos gusta y lo que no nos gusta y actuar en consecuencia.

Los cambios sociales han sido vertiginosos en los últimos años, y las que pasamos los 40 y vamos llegando a los 50,  nos damos cuenta de que nuestra presencia profesional y pública es importante, pero también queremos vivir, exprimir la vida, porque hoy sí tenemos la oportunidad de hacerlo.

Y eso es lo que nos vienen a contar las seis mujeres en sus historias y en torno a las flores: que elijamos la que más nos guste, que luchemos por dejar a un lado lo que nos hace daño y que nos permitamos soñar y vayamos a por nuestros sueños, sin prejuicios, sin límites… desde dentro.

¡Dichosa autoestima!

Si uno se da una vuelta por las redes sociales abundan miles y miles de mensajes y post de un carácter marcadamente psicológico, de autoestima y de ánimo para hacer ver a aquellos que tienen problemas, de cualquier tipo, que la solución está en uno mismo.

Problemas hay unos cuantos en España, la percepción de los problemas es incluso mayor, pero muchos se han quedado en la mera contemplación de los mismos, y en el mal uso de la autoestima: con lo bueno que soy esto no puede estar pasándome a mí.

Es cierto que resulta paradójico que cuando los problemas superan la capacidad personal la solución se encuentre en la autoestima, pero en la productiva: en el esfuerzo de ser mejor, seguir siendo yo y ser capaz de afrontar los cambios que debo iniciar para salir airoso.

La autoestima productiva requiere un esfuerzo

La autoestima productiva requiere un esfuerzo.

Empresarialmente, la tarea es difícil: encontrar una demanda en el mercado que se pueda satisfacer para obtener rentabilidad económica, sorteando las deudas, los obstáculos legales, impositivos, de paro, de bajo consumo… ¡Uf! El desánimo siempre llega aunque hayamos inyectado dosis y dosis de autoestima.

Profesionalmente: salir de lo que se denomina “la zona de confort” para mejorar, innovar, ser mejor y que todo ello te permita continuar ofreciendo un óptimo resultado de tu trabajo. O reinventarte, para no perder el tren que te permite afrontar tus gastos… ¡Uf! Eso obliga a estar siempre atento.

Personalmente: cuántos problemas anímicos, de salud, de relaciones, personales, cambian con sólo enfocar el problema desde un punto de vista diferente; poniendo en valor dos o tres cosas en la vida de cada uno… ¡Uf! Siempre en la lucha.

Conocerse, valorarse, arriesgarse, ser paciente, no tener miedo… eso es la autoestima.

¡Dichosa autoestima… y qué gran reto supone! 

El acoso escolar se evita desde casa

Empezamos esta semana con el fallecimiento de una menor que intentó suicidarse en Castilla-La Mancha. Todo parece indicar que fue el acoso que sufría por parte de algunos compañeros lo que la llevó a tomar esta decisión.

La investigación aclarará lo que finalmente pasó pero, para mí, revive un problema demasiado común en las aulas sobre el que no estoy segura que la sociedad aborde de frente.

Los niños, y los jóvenes, por el hecho de serlo, son burlones, sinceros y gregales. Y depende a quién le caigan las burlas y los insultos, tenemos un problema.

Siempre he pensado que si un niño se burla de otro, minusvalora o rechaza al que es diferente, lo hace porque, de un manera más o menos evidente, lo ha visto en casa. Justo en ese estilo de adultos de «criticar y burlarse» que no llega a pasar de un ligero cotilleo pero que a los menores les hace perder los esquemas sobre lo que es reprochable o no.

Es muy importante cuidar qué se dice delante de qué niños, mejor de qué edades, y evitar hablar de los otros como si estos fueran adultos: ese niño es un desastre, es malísimo jugando al fútbol, qué mal viste, vive en ese barrio de mala muerte,  ¿has visto a su madre?, que tontería es esa de… etc.

Estas tonterías adquieren importancia en las cabecitas de los niños y configuran, a la larga, una posición desafiante y humillante a los terceros que no son exactamente como ellos, y ya no hablo de los gordos y los flacos, y los que no llevan «lo que se lleva».

Es en casa donde debemos fomentar el respeto y también la autoestima, porque quién nos dice que nuestro hijo no es el diferente y puede recibir las burlas de los demás. El acoso escolar es difícil de detectar, por eso debemos estar doblemente alerta y fomentar que no sean nuestros hijos los responsables.

Las luchas y las burlas que pueden ser normales en el desarrollo de nuestros hijos a larga pueden desencadenar en un problema importante si, como padres y/o educadores, no sabemos verlas y encauzarlas hacia una solución.

Aquí les dejo un artículo que leí en ABC en el que habla precisamente del papel de los padres a la hora de  reafirmar la personalidad de los jóvenes frente al juicio constante que se les hace fuera de casa.