Hace veinte años un joven tunecino me restregó en la cara su satisfacción porque las mujeres no gobernaban el mundo, si así fuera «le darían tantas vueltas a las cosas que no se avanzaría nunca».
En estos días, y en torno a la celebración del Día de la Mujer Trabajadora, he podido encontrar varios los artículos y referencias a un nuevo papel que la mujer podría tener en política, en la toma de decisiones, dada la evidencia del fracaso del modelo actual, el estancamiento evidente y su inmovilismo.
En un vídeo elaborado por la Oficina de Información en España del Parlamento Europeo y la Comisión Europea, en el que se recogen testimonios de emprendedoras que se enfrentan a la crisis, se plantea que las mujeres abanderen el cambio social que la supere. Es necesario cambiar la perspectiva e introducir actitutes y aptitudes más propias de las mujeres que de los hombres para cambiar el sistema. Ver vídeo
Es cierto que hay mujeres en política, algunas con más éxito que otras, pero entiendo que el conflicto no es entre mujeres y hombres, sino entre lo masculino y lo femenino. Con toda probabilidad, la situación actual se deriva de aplicar demasiado pragmatismo, demasiadas matemáticas, relegando a un segundo plano al ser humano, sus sentimientos y su bienestar con la vista puesta en el progreso por el progreso. Un enfrentamiento entre los que algunos filósofos consideran la visión femenina, el sentido de la vida; y la visión masculina, la acción.
Decía Alessandro Manzoni que «no siempre aquello que viene después es progreso», y estamos acostumbrados a relacionar progreso con dinero, y cuanto más y más inmediato mejor. ¿Qué sentido tiene? ¿Qué sentido ha tenido?
Hemos llegado a un punto en el que la actividad política, indispensable para solucionar los problemas y lograr el bienestar de los ciudadanos, está tan denigrada y desprestigiada por la acción de hombres y mujeres, que cambiar la tendencia es complicado.
En nombre de la Política, y también de la Democracia y de la Libertad, se ha ido a por más, sin saber muy bien para qué, lastrando día a día un sinfín de cosas importantes para el ser humano : amistad, salud, espiritualidad, naturaleza… Sin ellas vivimos pero su carencia supone la aparición de insatisfacciones, estress, conflictos…
Por ello es necesario darle algo de calor y sentido a las decisiones que se toman en las instituciones, en las empresas, posiblemente «darle más vueltas a las cosas» y darle importancia a lo que de verdad la tiene. No concibo que las mujeres sustituyan a los hombres en la vida política. Entre todos debemos impulsar un nuevo concepto de hacer política con valores conjuntos que permita otro modelo de vida, que no sea ni masculino ni femenino pero que logre el equilibrio del ser humano. Se trata de vivir pensando en el futuro que dejamos a nuestros hijos y parándonos a pensar si avanzar nos traerá un mañana que nos perjudica.